Vaya mal rato que he pasado, vaya trago más ácido, vaya 20 minutos más largos. Esta vida está repleta de retos nuevos cada día, pero éste no lo había buscado y por ser inesperado tengo que reconocer que me ha llenado de satisfacción.
En otro de mis comentarios de finales de Noviembre, indico el fallecimiento de JJG. Este hombre, con unas carencias físicas evidentes durante toda su vida, era poseedor de una gran fuerza de voluntad, un coraje como no he visto en ninguna otra persona, y sobre todo, en su cuerpo se albergaba un gran músico que pasó casi toda su vida inadvertido para los que no estaban a su alrededor.
Soy de los que opinan que este desconocimiento, este no salir del cascarón de su propio pueblo, ha sido una opción personal y voluntaria, su forma de ser le ha impedido salir del abrigo que suponían los que le rodeaban así como su familia.
Hasta el año 1988 y durante 22 años dirigió un coro de Voces Graves con una maestría digna de encomio, su labor fue reconocida con numerosos premios conseguidos en los certámenes a los que se presentaron. A la vez, su trabajo como compositor, aunque relegada a un segundo plano, se afianzaba en partituras que componía para el propio coro. Pero ahí se quedaba.
Por otro lado, su labor como harmonizador, sobre todo de música encaminada a servir de apoyo al culto en la cercana Parroquia, es merecedora de admiración. Pero su retraimiento o quizá su humildad, le han privado de mayores logros y reconocimientos.
Pues bien, ya el mismo día de su funeral, cantado por el Coro de Mujeres con las que quitaba la morriña y ocupaba su tiempo, una de ellas me insinuó la posibilidad de que yo me hiciese cargo del mismo. Grande fué mi sorpresa.
En un primer momento pensé que sólo era el calor del momento y porque estaba en el sitio adecuado y fué al primero que vió. Esa persona ya me dijo que hablaba a título personal pero que lo comentaría con las demás por si cuajaba la idea.
La verdad es que no le dí excesiva importancia, aunque me hizo reflexionar sobre algo que yo he sostenido desde que me metí en esto de la música; y es que nunca dirigiría a un Coro. He realizado varios Cursos de Dirección Coral pero siempre me lo he planteado como mero afán de conocimiento, y sin ningún ánimo de llevarlo a cabo.
Mes y medio después, para mi sorpresa, me ha vuelto a llamar, ahora para hacerme ya una propuesta en firme. Con la aquiescencia de las coralistas por unanimidad, me propone dirigirlas.
Mi situación actual no me permite esta licencia. NI puedo ni debo. Estoy ya metido en tantos berenjenales y mi trabajo, mis inclinaciones para el tiempo de ocio como es estudiar y tocar el órgano, y en gran medida, la conciliación de la vida familiar no me dejan espacio para otra actividad que requiere dedicación y constancia. Me es imposible compaginar todo lo que quiero hacer.
Pero por deferencia hacia ellas, accedí a acudir a su siguiente ensayo, que era hoy. Se me ha encogido el corazón al ver allí a 18 mujeres, de una cierta edad, mirándome con esperanza y agradeciendo con la mirada mi presencia.
Pero la decisión estaba tomada. Lo he pasado mal, me ha parecido como que estaba traicionándolas, pero las he dicho lo que debía. Creo que más de una ya se barruntaba lo que les iba a decir pero han sido muy respetuosas con mi decisión y me han agradecido mi presencia. Yo creo que lo han entendido. Se merecen todo.
Un mal rato.
En otro de mis comentarios de finales de Noviembre, indico el fallecimiento de JJG. Este hombre, con unas carencias físicas evidentes durante toda su vida, era poseedor de una gran fuerza de voluntad, un coraje como no he visto en ninguna otra persona, y sobre todo, en su cuerpo se albergaba un gran músico que pasó casi toda su vida inadvertido para los que no estaban a su alrededor.
Soy de los que opinan que este desconocimiento, este no salir del cascarón de su propio pueblo, ha sido una opción personal y voluntaria, su forma de ser le ha impedido salir del abrigo que suponían los que le rodeaban así como su familia.
Hasta el año 1988 y durante 22 años dirigió un coro de Voces Graves con una maestría digna de encomio, su labor fue reconocida con numerosos premios conseguidos en los certámenes a los que se presentaron. A la vez, su trabajo como compositor, aunque relegada a un segundo plano, se afianzaba en partituras que componía para el propio coro. Pero ahí se quedaba.
Por otro lado, su labor como harmonizador, sobre todo de música encaminada a servir de apoyo al culto en la cercana Parroquia, es merecedora de admiración. Pero su retraimiento o quizá su humildad, le han privado de mayores logros y reconocimientos.
Pues bien, ya el mismo día de su funeral, cantado por el Coro de Mujeres con las que quitaba la morriña y ocupaba su tiempo, una de ellas me insinuó la posibilidad de que yo me hiciese cargo del mismo. Grande fué mi sorpresa.
En un primer momento pensé que sólo era el calor del momento y porque estaba en el sitio adecuado y fué al primero que vió. Esa persona ya me dijo que hablaba a título personal pero que lo comentaría con las demás por si cuajaba la idea.
La verdad es que no le dí excesiva importancia, aunque me hizo reflexionar sobre algo que yo he sostenido desde que me metí en esto de la música; y es que nunca dirigiría a un Coro. He realizado varios Cursos de Dirección Coral pero siempre me lo he planteado como mero afán de conocimiento, y sin ningún ánimo de llevarlo a cabo.
Mes y medio después, para mi sorpresa, me ha vuelto a llamar, ahora para hacerme ya una propuesta en firme. Con la aquiescencia de las coralistas por unanimidad, me propone dirigirlas.
Mi situación actual no me permite esta licencia. NI puedo ni debo. Estoy ya metido en tantos berenjenales y mi trabajo, mis inclinaciones para el tiempo de ocio como es estudiar y tocar el órgano, y en gran medida, la conciliación de la vida familiar no me dejan espacio para otra actividad que requiere dedicación y constancia. Me es imposible compaginar todo lo que quiero hacer.
Pero por deferencia hacia ellas, accedí a acudir a su siguiente ensayo, que era hoy. Se me ha encogido el corazón al ver allí a 18 mujeres, de una cierta edad, mirándome con esperanza y agradeciendo con la mirada mi presencia.
Pero la decisión estaba tomada. Lo he pasado mal, me ha parecido como que estaba traicionándolas, pero las he dicho lo que debía. Creo que más de una ya se barruntaba lo que les iba a decir pero han sido muy respetuosas con mi decisión y me han agradecido mi presencia. Yo creo que lo han entendido. Se merecen todo.
Un mal rato.